Luis Varela
SABER INVERTIR
Edición en línea del Miércoles 16 de febrero de 2022
SE NOS FUE CLAUDIO CHIARUTTINI, A LOS 59 AÑOS, UN PERIODISTA EJEMPLO PARA TODA LA PROFESIÓN
Un faro se apagó
Escribe LUÍS VARELA
luisalbertovarela@hotmail.com
Todas las
noches, después de cenar, salgo a caminar. Y anoche no fue una noche más,
sentí una soledad infinita. Levanté la cabeza, y la luna iluminaba el cielo
de manera esplendorosa, había una brisa acogedora, pero mi alma estaba en un
pozo. ¿Qué me sucedió? Al ver la luna radiante, comprendí que un
irreemplazable faro de la sociedad argentina acaba de apagarse.
Con una salud degradada por los años (por una larga batalla contra la
leucemia y una creciente diabetes final), el cuerpo del extraordinario
periodista dedicado a la economía Claudio Chiaruttini dijo basta. Dio
batalla hasta el final. El viernes pasado horas antes de irse, realizó un
video junto a otra cabeza de incalculable valor como Clara Scagliarini.
Pueden verlo si quieren en la siguiente dirección:
https://www.youtube.com/watch?v=K4wDZAQ7cJs
Al conocer la noticia, a decenas de
periodistas, sobre todo los que cubrimos la economía, se nos piantó un
lagrimón. Un poco fue porque desapareció una cabeza que nos ayudaba a
conocer infinidad de cosas que ocurrieron y ocurren. Pero esencialmente
sufrimos una gran tristeza porque se fue un periodista claro, vivaz,
profundo, contundente, esclarecedor, un verdadero ejemplo para nuestra
profesión.
No tuve la oportunidad de trabajar junto a él, porque siempre nos tocó
actuar en medios distintos. Pero seguía atentamente todos sus trabajos. Nos
encontrábamos, con suerte, una vez por año en alguna de esas reuniones que
hacen las empresas para festejar el final de su temporada. Y su llegada era
notoria: su hambre de conocimiento lo sumergió en los años en una obesidad
complicada, que le fue degradando la salud, y se fue a los 59 años.
No se perdía nada. Alguna vez, en algún coctail realizado por alguna
empresa, llegaba luego de iniciado el encuentro, y por detrás venía a
saludarme con un clásico "Varela, Varelita", e inmediatamente giraba, y dos
sonrisas se cruzaban en el aire. Va mi reverencia a la excelencia de su
trabajo en este intento por sostenerlo en este presente en el que ya no
está.
No murió en el Otamendi, donde se internan los políticos de alto rango que
dicen defender la salud pública. Se fue en el Hospital Argerich, un lugar en
el que muchas veces hay colas de dos cuadras de gente pobre donde se va a
pedir algún tipo de asistencia.
Anoche caminé más de una hora, la luna estaba, el faro de Claudio no. Y ahí
mismo me surgió una gran pregunta. ¿Dónde está Claudio ahora? ¿Cómo mirará
desde ahí toda su vida de lucha? Y concluí (o quise imaginar) que estaba
feliz, porque entregó todo, dio todo de sí para intentar lograr un país
mejor.
Alguna vez, en uno de sus relatos públicos, la uruguaya China Zorrilla contó
que en 1946, ni bien terminó la Segunda Guerra Mundial, recibió una
invitación para aprender actuación en Londres, y no dudó, fue
inmediatamente. Viajó en barco, llegó a Liverpool. Y al narrar el evento
contó que en una esquina había visto a un chico de siete años y dijo "Se
imaginan si era Lennon".
Y aquí va mi reflexión final: a Lennon la tía Mimi le dijo con esa guitarra
no vas a llegar a nada, creía que era mejor que consiguiera un trabajito en
el estado, quizás de portero en algún edificio público. ¿Se imaginan si
Lennon se hubiera ocupado de eso? ¿Qué habría logrado en su vida? ¿Cómo se
miraría desde el cielo, luego de haber transitado su única existencia? Ser
portero, en vez de crear Imagine.
Por supuesto no quiero comparar a Claudio con Lennon, tienen dos dimensiones
completamente diferentes. Pero sí quiero llevar a la reflexión a muchos, que
hoy pierden sus vidas en ocupaciones que no los llevan a ninguna parte a
cambio de unas pocas monedas de plata. ¿Cómo se mirarán a sí mismos cuando
se vayan? ¿Se considerarán valiosos? ¿Alguien los recordará como un faro
absoluto?
Hace 110 años, con la comunicación precaria de aquella época, el capitán de
un pequeño barco, el Carpatia, le envió una señal de advertencia al capitán
del Titanic. Le dijo "Alerta, hay icebergs", y el bochornoso conductor del
Titanic no le hizo caso a ese faro, siguió a toda máquina, creyendo que su
barco era inmortal.
El capitán del carpatia se llamaba Arthur Rostron, un nombre que
probablemente casi nadie recuerde. Claudio Chiaruttini fue un faro, como el
Carpatia, para una sociedad que no logra encontrar su propio destino, y que
nos sigue manteniendo en una decadencia que desgasta, destruye, y que
terminó con una vida muy valiosa con apenas 59 años. Adiós Claudio, me
inclino ante toda tu trayectoria.